viernes, 24 de mayo de 2013

Amar poco a la Santísima Virgen es amar menos a Nuestro Señor



San Luis Maria Grignion de Montfort hace 300 años atrás ya nos alertaba sobre los devotos escrupulosos, “que son aquellas personas que temen deshonrar al Hijo honrando a la Madre, rebajar a uno al elevar a la otra”(TDV 94). Muchas veces ese tipo de personas son hasta bien intencionadas, pero infelizmente poco instruidas, no saben que la finalidad de la verdadera devoción para con la Madre de Dios es la glorificación de Dios y nuestra santificación por medio de la lucha constante en reproducir las virtudes de la Reina del Cielo. Es imposible que la vivencia de la verdadera devoción enseñada por San Luis nos aleje del Señor, pues esta devoción nos hace recorrer el mismo camino que Dios escogió para armar su tienda entre nosotros, este camino que es el de la Santísima Virgen. Dios siendo perfectísimo solo obra perfectamente, por eso debemos utilizar ese camino perfecto para irnos hasta El, pues es un camino seguro, sin mancha alguna de pecado, camino diseñado por el propio Dios.

Hasta en una dirección espiritual, por más que sea una práctica muy santa y aconsejada, puede ocurrir accidentalmente un distanciamiento de Dios, pues el director que es un hombre pecador como nosotros, puede en vez de conducirnos a Dios, conducirnos a sí mismo, para su “propia santidad”, pero con la Santísima Virgen es imposible que esto ocurra, pues en ella no hay inclinación alguna al pecado, su única inclinación “es unirnos a Jesús su hijo” (TVD 75). ¿Qué hizo Nuestra Señora cuando Santa Isabel llena del Espíritu Santo la alabo? ¡Ella canto el Magníficat, exaltando a Dios y transfiriendo las alabanzas! Y lo mismo Ella hace cuando entregamos a Dios nuestras ofertas a través de sus manos, Ella “las purifica, embellece y las hace aceptables a su hijo” (TDV 146) La Santísima Virgen en su vida terrestre ya era toda conformada con la voluntad de Dios, y ahora en el Cielo lo es todavía más, visto que la gloria perfecciona la gracia.
Debemos exorcizar ese espíritu de escrúpulo que quiere persuadirnos de que la devoción a la Santísima Virgen opaca la devoción a Jesús. Si, debemos exorcizar, pues eso es una ilusión demoníaca! Lo que damos a la Santísima Virgen no es lo que sacamos de Jesús, pero lo que sacamos de la devoción a la Ss. Virgen implica una deficiencia en nuestra devoción a Jesús. Donde la devoción a la Ss. Virgen es superficial, “Jesús no es amado, los herejes no se convierten, la Iglesia no es exaltada, los sacramentos no son frecuentados como deberían ser”, así se quejaba el Padre Faber, sacerdote inglés que murió en fama de santidad. Mis hermanos, amar poco a la Ss. Virgen es amar menos a Nuestro Señor. No temamos, la Santa Madre Iglesia nos enseña que “el culto que es dirigido a la Virgen Madre de Dios, es una señal de predestinación” (Pio XII), e nosotros nunca la amaremos más de lo que Nuestro Señor Jesús la amó. Debemos pedir siempre a Dios un corazón como el de la Virgen para amar a Jesús y un corazón como el de Jesús para amar a la Virgen!
San Luis nos dice que “lo que nos atraerá más fuertemente para abrazar esta devoción a la Ss. Virgen es ser ella el medio admirable para perseverar y ser fieles” (TDV 173) a pesar de las cruces que nos esperan pues los “más fieles siervos de la Santísima Virgen son sus mayores favoritos. Por eso son ellos los que reciben de Ella las mayores gracias y favores del Cielo, a saber, las cruces” (TDV 154). Miremos el ejemplo de los santos que vivieron esta verdadera devoción. Solamente su ejemplo ya debería ser bastante para abrazar esta Total Consagración. ¿Por acaso el glorioso martirio de San Teofano Vernard, fiel discípulo de San Luis, no es señal de una firmeza en la fe? Es la manera que el Papa Juan Pablo II enfrentó sus enfermedades, renovando siempre su Totus Tuus, ¿No era una confianza plena en su Reina? Y el heroísmo y el coraje de los solados de Vendea, tierra evangelizada por San Luis y marcada por la Total Consagración, ¿No es señal de un verdadero amor a la Santa Religión Católica? Y la vida de San Maximiliano Maria Kolbe, ¿No fue señal de una perfecta caridad para con el prójimo? Carísimos, a ejemplo de los santos entremos en la escuela del Inmaculado Corazón de María, hagamos y vivamos la Total Consagración y ayudemos así, con nuestra vida, a cumplir aquella primera profecía: “Ipsa conteret – Ella aplastará” (Gn. 3, 15).
Hermano Pio del Santísimo Misterio del Calvario
“Quotidie morior”

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