Imagina nuestra vida
como un camino, una vía, donde tenemos que llegar a algún lugar, ya sabemos
cuál es la meta, Cristo. Pero tenemos que esforzarnos y perseverar para llegar
a esta meta.
Nosotros seres
humanos tenemos algo que nos diferencia de las otras criaturas y nos hace más
próximos de Dios, que es la inteligencia y la voluntad, las llamamos facultades
superiores del hombre, con ellas podemos elegir lo que deseamos, porque podemos
raciocinar y querer. Por eso nos asemejamos a Dios, y no nos da la voluntad
para elegir entre el bien y el mal, porque eso no es libertad, es libertinaje.
Tenemos la libertad de elegir solamente a Dios, libres y por amor, para que sea
aún más perfecto.
Entonces cuando
recibimos el bautismo entramos en la vía de la libertad, la libertad de los
hijos de Dios, donde Dios hace su morada en nosotros y nos ayuda a buscarlo,
porque por nosotros mismos no buscamos a Dios, necesitamos de ayuda,
necesitamos de ayuda espiritual para seguir a Cristo, como cristianos esta
ayuda es la gracia de Dios que se da en el bautismo y de los sacramentos.
Pero, aún con
tanta ayuda, muchas veces somos infieles, nos debilitamos y escapamos del
camino de Dios y seguimos nuestro propio capricho, nuestra voluntad, pecamos,
saliendo así de la gracia de Dios. Esta vía se hace a veces difícil para
nosotros hombres y mujeres, casi imposible.
En este momento
aparece como una luz al final del túnel, una mujer, no una simple mujer, pero
aquella del Génesis, que aplasta la cabeza de la serpiente y nos ayuda a
perseverar en el camino, ella también es criatura como nosotros, pero es Madre
de Dios y nosotros como hijos de Dios a causa del bautismo somos también sus
hijos. Ella que siguió perfectamente este camino nos ayudará a caminar, pero
solo tendrá esta ayuda aquella persona que desea ser ayudada y se entrega en
los brazos de esta madre, para que ella pueda tomar como algo suyo y así llegar
a la meta de Cristo, la perfección.
Este entrar de
María por completo en nuestra vida se llama consagración, no una simple
consagración, pero una total, la Santa Esclavitud de Amor, a Jesús por María,
que San Luis María nos enseña en su libro Tratado
de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, “un libro pequeño de tamaño, pero lleno de unción” dice el Papa
Benedicto XV. Podemos llamar a esta consagración de remedio para los males del
mundo actual. Esta consagración no es para los santos, pues los santos no la
necesitan, pero es para los pecadores, en este valle de lágrimas. Acudamos al
Inmaculado Corazón de María, y allí depositamos nuestra vida, para que ella
pueda cuidar de nosotros como algo suyo.
IN CORDE MARIAE
Hno. Juan María
del Insondable tesoro del Corazón de Jesús
“Adveniat
regnum tuum Spiritu vivit”
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